

Perderse y encontrarse en el viaje, en el naufragio y el retorno
Minerva Salguero Gómez

Acepté ingresar al doctorado porque me sentí lista, segura y porque todas las personas a quienes les comenté mi interés me decían que estaba lista, incluso me dijeron, “eres perfecta para el doctorado”, tan responsable, dedicada, con un profundo interés por la investigación y sobre todo, con la experiencia para poner en práctica todo lo que la academia suele dejar en el papel.
Entré con un gran entusiasmo; sin embargo, no había considerado que este viaje lo tendría que hacer, no sólo con la minerva académica, la editora, la docente, también lo haría con las otras minervas que soy, la hija, la hermana, la exesposa, ahora de nuevo de novia y con todas las otras Minervas que no alcanzo ni a nombrar.
Así que desde que ingresé al doctorado ha sido una travesía con todas ellas, a veces navegamos en un mar de calma y placentero, aunque la mayor parte del tiempo navegamos en la tempestad, en la incertidumbre de tal vez llegar a un naufragio.
Justo cuando pensé que ya no podría más, la idea de un naufragio se volvió atractiva, una oportunidad para suspender el tiempo y espacio, lejos de la mirada exterior para dialogar conmigo misma, o mejor dicho, una oportunidad para convocar a todas las minervas que estaban deseosas de hacerse escuchar y presentar sus quejas.
Tal vez la imagen de naufragio se asocie a estar sola, en un lugar remoto, tal vez como un retiro en una cabaña; sin embargo, este naufragio fue acompañado y en un lugar seguro, fue el tiempo y espacio suspendido que se abrió a partir del seminario enfocado a las diversas escrituras de las humanidades. Las diversas estrategias vinculadas con la narrativa, la ficción y la rebeldía académica posibilitaron ese refugio que necesitaba para escucharme.
No puedo decir que he terminado el viaje con todas mis yo, pero ahora sé que no tengo que elegir a una y dejar de ser otra, soy todas y a todas las quiero, incluso las que me hacen dudar y las que necesitan más tiempo para animarse a tomar la voz.
Quisiera enseñarles mi compilado de textos y dibujos, pero no puedo, aún no. Lo que sí puedo hacer es agradecerles por esta oportunidad, por darme un lugar y un tiempo en dónde pude fragmentarme y rearmarme de nuevo, por acompañarme con su cariño, su escucha, su contención, su energía que vibraba en cada día de este seminario, por la risa contagiosa.